Por Miguel Chajín Flórez
No todo cambio es bueno ni tampoco adaptarse lo es; puede ser tan negativo dejarse llevar por la corriente de una cultura, la economía y la política, como no poder encontrar un espacio en estas.
Las innovaciones, especialmente las radicales tienen el reto de las barreras que imponen los paradigmas que están enraizados y funcionan como poderes que se resisten al cambio.
Aprender a vivir alternando la adaptación, por simple supervivencia, frente a generar propuestas novedosas y disruptivas o creativas, es un arte que requiere habilidades mentales y conocimiento. No siempre es bueno que lo que presione a hacer cambios, sean los problemas del contexto, que nos ponen entre la espada y la pared, y más bien no tener que llegar a un extremo para tomar decisiones obligadas.
Pensar de manera inmediatista y/o reactiva generalmente no conduce al mismo lugar que pensar en grande y a largo plazo. Lo anterior se resume en la frase “Cambia tú primero, para que no sea que el cambio te cambie”; pero, la mayoría de la gente prefiere ser empleado, depender de otros, porque es lo más inmediato, cercano y menos riesgoso, que ir colocando piedra sobre piedra, y arriesgar permanentemente, lo malo conocido por lo bueno por conocer, de un proyecto personal, para con aciertos y errores ir construyendo un gran proyecto de vida: Así, desde la Sociología puede entenderse que las necesidades inmediatas de las personas pueden condicionar una mirada concreta y estar más lejos de enfoques generales, más complejos y abstractos, generando códigos o representaciones reducidas, frente a los códigos elaborados de los que tienen mejores condiciones económicas, que también les da mayor acceso a la educación y a una mayor autonomía frente a sus condiciones vitales.
Lo micro y macrosociológico que incide en la adaptación y el cambio no solamente está ligado a las condiciones materiales de vida, sino a la manera de pensar; por ejemplo, si bien el individuo rico tiene más libertad y acceso al mundo global frente a los pobres, también los pobres pudieran repensar la relación entre lo local y global, en lo glocal, como punto donde se encuentran ambos contextos.
Creer que se puede es el principal paso, pues implica movilizar recursos frente a la incertidumbre del contexto, y el segundo paso, no es menos difícil, es mantener el curso del barco en medio de todo tipo de vientos y dificultades de navegación; eso es lo que significa poder lo que se quiere; así lo sugiere la fábula empresarial “Quien se ha llevado mi queso”, pero el reto no es buscar nuevos depósitos de queso, frente a la escasez, sino crear o fabricar su propio queso.
“Creer que se puede para poder lo que se quiere” es una idea salida de mi tesis doctoral relacionada con la superación de la pobreza extrema; y puede ilustrarse de varias formas la resistencia al cambio, como aquel dicho popular “más vale pájaro en mano que mil volando”, o “no por mucho madrugar amanece más temprano”, o “una sola golondrina no hace verano”, entre tantas maneras de expresar la “Sociología del dejao”.
Quedarse con lo que tiene, o conformismo, es muy diferente a la satisfacción por los logros, o conformidad, pues eso no impide desarrollo de los talentos.
IDEAS PARA REFLEXIONAR:
¿Monitoreas el contexto para anticiparte a los cambios?
¿Tiendes adaptarte por no hacer un esfuerzo adicional?
¿Vives el presente porque no ves el futuro?
¿Tu rutina se repite por siempre?
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